«El mundo ya no es digno de la palabra,
no puedo escribir más poesía...
la poesía ya no existe en mí.»
Javier Sicilia.
no puedo escribir más poesía...
la poesía ya no existe en mí.»
Javier Sicilia.
Es domingo, hijo, y como hace una semana preparo la carta en que te saludaré el próximo miércoles (o séase hoy) desde nuestra Jornada Morelos. Pero a diferencia del domingo pasado, el día de hoy me parece lo mismo que a Tengo, el personaje de la novela más reciente de Murakami, «una luna deforme que siempre muestra su lado oscuro.» Si me llamara Pablo y me apellidara Neruda, escribiría que «puedo escribir los versos más tristes esta noche»; pero mi trabajo con la palabra, tlatulteketke, es de otro tipo. ¿Recuerdas cómo cerrábamos la semana pasada? El día prometía un final digno de los festejos que habíamos venido realizando con motivo del Día Mundial del Teatro y el goce de haber cumplido a cabalidad con nuestra encomienda sobre los escenarios aún asomaba en nuestra mirada, porque celebrábamos la vida y la esperanza parecía tocar a la puerta.
Sin embargo, ahora lo sabemos, la realidad sería más terca que nuestra fantasía cursi y edulcorada, pues, no sería la mano de la esperanza la que se posaría finalmente aquella noche sobre nuestro hombro para mirar por encima de nosotros, sino la del desprecio por ésa misma vida que saludábamos con el cuerpo y la palabra, desprecio que tiempo ha camina por estas tierras que llamamos México. Porque al tiempo que yo escribía aquello de no desear ser como quienes hablan del teatro como de un acto amoroso mientras guardan un silencio cómplice con quienes «dejan que portadores de armas y disparadores de bombas sean los guardianes de la paz de nuestro mundo» (Jessica A. Kaahwa dixit), en nuestro Morelos la muerte miraba de cerca a Juan Francisco, Julio César, Luis Antonio y Gabriel de la misma manera como ha venido haciéndolo con tantas y tantos jóvenes de este país.
Tú, mi amor, conoces bien ésa mano; leíste de ella entre las crónicas que Marcela Turati nos cuenta en su desgarrador libro Fuego cruzado. Todavía recuerdo lo que me respondiste de mi anterior carta: «no, papá, los muertos no son sólo personas que trabajan para el narcotráfico; son, sobre todo, sus víctimas.» ¡Qué razón tienes! Y, qué vergonzoso dislate el mío, compartiendo ésa misma certeza: la inmensa mayoría de las más de 40 mil muertes que desde finales del sexenio foxista a la fecha ha causado esta estúpida guerra, son de niñas, niños, jóvenes y mujeres y hombres adultos que en nada tienen que ver ni con las bandas del “crimen organizado”, ni con policías, soldados o marines mexicanos del “crimen desorganizado”: son sus víctimas.
Víctimas que, además, lo son múltiples porque lo son en muchos sentidos. Víctimas del negocio capitalista (que por eso sólo ya es criminal) de un catálogo de mercancías cuya producción, distribución y venta sigue peligrosamente sin regularse; víctimas de las bandas de dichos negociantes, quienes, como dice Javier Sicilia, papá de Juan Francisco, han perdido hasta la dignidad para asesinar; víctimas de quienes desde cualesquiera de los tres niveles de gobierno y sus poderes republicanos se revuelcan en la mierda en que han hundido al país a fuerza de corrupción y negligencia y las hijas de ambas: impunidad y complicidad; pero, sobre todo, víctimas de la también criminal indolencia de una sociedad a la que no hay tragedia que alcance a sacudirla, porque, como dice Javier, «el corazón de México está podrido.»
¿Cuántos niños y jóvenes asesinados, vejados, envilecidos o desaparecidos, hijos de estilistas, albañiles, policías, maestras, empresarios, defensoras de derechos humanos, amas de casa, poetas, necesitamos para que la sociedad salga a las calles y no regrese a sus casas hasta que los asesinos y sus cómplices estén presos y sin poder? Litzy Valeria, Juan Carlos, Juana Diosnirely, Grisel Adanay, Eduin Yoniel, Manuel, Héctor Zenón, Édgar Geovany, Irineo, Víctor Alfonso, Jorge Antonio, Javier Francisco, Rosa Angélica, Brayan, Juan Manuel, René, Óscar Felipe, Daniel Alejandro, Fernando Adán, Luis Daniel, Kristian, Alberto, Luis Javier, Édgar Arnoldo, Fredy Horacio, Alfredo, Brandon Esteban, Juan Pablo, Isaías, Carlos Javier, Liliana, Valeria Jazmín, Samantha Julissa, Alexia Belem, Mireya Montserrat, Alan Alexis, Julio César, Rodrigo, Luis Antonio, José Ángel, Gabriel, Gustavo Alberto, Hugo, Ángel Ulises, Fernando, Mario Magdiel, Anselmo Eloy, Rubí Marisol, Diana Haydee, Daniel Arturo, Gabriela Micaela, Martina, Sotero, Lucía, Claudia, Juan Francisco… ¿no han sido suficientes?
Postdata: Hoy miércoles, en punto de las 5 de la tarde, la familia Sicilia Ortega, junto con un chingo de hombres y mujeres buenos y honestos que están, también, hasta la madre, saldrán a las calles de Cuautla, Jojutla, Ciudad de México, Ciudad Juárez, Puebla, Manzanillo, Saltillo, Guanajuato, Guadalajara, Monterrey, Xalapa, Aguascalientes, Cancún, Chihuahua, San Luis Potosí, Reynosa, Toluca, Oaxaca, Tuxtla Gutiérrez, Tlaxcala, Barcelona, París, Nueva York, Santiago, Buenos Aires y, por supuesto, nuestras Mérida, Torreón y Cuernavaca para sumar su palabra y su caminar al grito contenido que exige devolverle la dignidad a esta nación; ¿qué te parece, amor, si nos sumamos?
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