Hay un dicho popular que reza: “cuando el tecolote canta el indio muere”, y puede ser leído como el augurio de un destino que tarde o temprano habrá de cumplirse. De la misma manera, los calendarios de arriba y abajo –como decimos en
Llegamos así al final del octavo mes del año ocho del siglo que corre parejas, más que con el viento, con la miseria humana toda. No podía ser diferente, sabedor de símbolos que luego se convierten en fantasmas que recorrerán el mundo, el Poder de Arriba quiso, al menos en México, ahuyentar la tierna rebeldía que una y otra vez se anima a juntarse bajo la sombra del general Zapata.
Agosto fue, pues, un botón de muestra muy claro sobre lo que el Estado mexicano, constitucionalmente protector del modelo de producción capitalista, tiene deparado para quienes no se sumen a su fiesta esperpéntica. El mes comenzó con el enésimo embate de los caciques de San Lucas de Jalpa en contra de la comunidad wixárika de Bancos de San Hipólito, en Durango; los señores, a la vieja pero nada caduca usanza porfirista de asociarse con el poder, amenazaron con arrancar una serie de proyectos que no son otra cosa que la venta, privatización, contaminación y destrucción de tierras sagradas, saltándose la resolución del Tribunal Superior Agrario aún pendiente.
En Nuevo León, el caso de los compañeros y compañeras de Escobedo, presas y presos políticos del represor gobierno que Carlos Salinas de Gortari en su desfachatez pretende heredar, se enrarece mientras las constructoras Maiz Mier y Marfil Maple Urbanizadora, cuyos dueños son familiares del goberladrón (¿es que hay de otros?) priísta José Natividad González Parás, se acarician las manos saboreando el despojo de
La mañana del día 21, el gobierno represor de Enrique Peña Nieto que en vísperas de su informe de desgobierno se para el cuello con el arresto de 20 plagiarios y la liberación de dos personas raptadas, se cebó sobre sus propios secuestrados: los 13 adherentes de
En Oaxaca, funcionarios de
Siguiendo nuestro caminar al sur del país, la política contrainsurgente que en su versión calderonista se viste de “reparto de tierras” continúa su marcha en tierras chiapanecas. Esta vez, por un lado, el Programa de Certificación de Derechos Ejidales elaboró nuevos planos de los bienes comunales del municipio de Aldama y, como cuando el gobierno de Escandón y la hacienda del Hospital les dieran las tierras de los de Anenecuilco a los de Villa Ayala para que se pelearan entre ellos en el Morelos de 1910, dejó en manos de comuneros invasores de San Martha (priístas para más señas)
El dicho popular, en el mejor de nuestros barroquismos, se apura en aclarar que no es cierto que el indio muera cuando canta el tecolote. Igualmente, el 2010 tampoco debería estar obligado a convertirse en la convocatoria insurreccional de la que nadie sabrá como terminará todo; sin embargo, la necedad de quienes nos mal gobiernan y de quienes (ellos sí) les siguen el juego no hace sino que se pueda concluir, como en el dicho: “pero sucede”.
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