16 septiembre 2008

MÉXICO 1968-2008 :: El grito/3.

México, 1968, 2008, da igual… las escuelas, sobre todo las primarias, porque las demás han parado, y menos las de Morelos, cuyos mentores están en pie de lucha contra la autonombrada Alianza por la Calidad de la Educación calderonista-gordillista, se llenan de las caritas de los Niños Héroes que Ernesto Zedillo ordenara desplazar de los libros de texto gratuito y quitara de los billetes de cinco devaluados pesos. En el Museo Nacional de Antropología e Historia, se iniciaban los preparativos para la que sería quizás la manifestación más impactante de todo el movimiento estudiantil: la marcha del silencio.



No confundir, por favor, con aquella convocada en abril de 2005 por Andrés Manuel López Obrador ante la canallada foxista de desaforarlo para sacarlo del escenario electoral de 2006; aquesta no fue tan silenciosa como se anunció que sería y sirvió más bien para que el Señor López que sedujera a Mandoki demostrara su capacidad como administrador del descontento social (al que se sumó el EZLN, cosa que prefieren no recordar los anoréxicos de la memoria) que terminó negociando (inclusive mandó a volar los moñitos tricolores) con aquellos a quienes llamaría ora “grandes estadistas”, ora “traidores a la democracia”.


No, aquella vez, la de 1968, lo que habló no fue la clase política poniéndose de acuerdo a espaldas de un pueblo que se había expresado con ludismo y dignidad, sino el silencio que resonaba en las efigies de Morelos, Hidalgo, Villa y Zapata; en los lemas de las mantas y pancartas: “Libertad a la verdad, ¡diálogo!”, “El pueblo nos sostiene, por el pueblo es que luchamos”, Líder honesto igual a preso político”; o, para decirlo, con Martínez Téllez, “el sonido de las suelas de los zapatos tocando y raspando el asfalto”. Eran las 9 de la noche cuando el último contingente entró al Zócalo, ésa misma plaza en la que unos 3 mil estudiantes habían sido reprimidos por el ejército y la policía el 27 de agosto; una hora antes había iniciado el mitin, sólo tres oradores: una mujer, un estudiante de Chihuahua y otro de la Escuela Nacional de Economía.


El estudiante de Economía apuntará que “esta marcha […] es la respuesta a la injusticia. Pueden todavía desatar la más brutal de las represiones, pero ya no nos doblegarán; no nos pondrán de rodillas.” El de Chihuahua dirá que “la historia nos pondrá en su sitio a cada cual. […] Sabemos que tenemos responsabilidades como estudiantes [...] pero no queremos anteponer el interés mezquino de llegar a ser médicos o abogados para enriquecernos con una profesión. Nuestra primera responsabilidad es saber ser mexicanos y cumplir con la obligación de luchar al lado del pueblo. Estamos dispuestos a volver a la normalidad, sí; pero no sin democracia y sin libertad.” De lo que la mujer expuso, los periódicos no dieron cuenta siquiera.

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