No confundir, por favor, con aquella convocada en abril de 2005 por Andrés Manuel López Obrador ante la canallada foxista de desaforarlo para sacarlo del escenario electoral de 2006; aquesta no fue tan silenciosa como se anunció que sería y sirvió más bien para que el Señor López que sedujera a Mandoki demostrara su capacidad como administrador del descontento social (al que se sumó el EZLN, cosa que prefieren no recordar los anoréxicos de la memoria) que terminó negociando (inclusive mandó a volar los moñitos tricolores) con aquellos a quienes llamaría ora “grandes estadistas”, ora “traidores a la democracia”.
No, aquella vez, la de 1968, lo que habló no fue la clase política poniéndose de acuerdo a espaldas de un pueblo que se había expresado con ludismo y dignidad, sino el silencio que resonaba en las efigies de Morelos, Hidalgo, Villa y Zapata; en los lemas de las mantas y pancartas: “Libertad a la verdad, ¡diálogo!”, “El pueblo nos sostiene, por el pueblo es que luchamos”, Líder honesto igual a preso político”; o, para decirlo, con Martínez Téllez, “el sonido de las suelas de los zapatos tocando y raspando el asfalto”. Eran las 9 de la noche cuando el último contingente entró al Zócalo, ésa misma plaza en la que unos 3 mil estudiantes habían sido reprimidos por el ejército y la policía el 27 de agosto; una hora antes había iniciado el mitin, sólo tres oradores: una mujer, un estudiante de Chihuahua y otro de la Escuela Nacional de Economía.
El estudiante de Economía apuntará que “esta marcha […] es la respuesta a la injusticia. Pueden todavía desatar la más brutal de las represiones, pero ya no nos doblegarán; no nos pondrán de rodillas.” El de Chihuahua dirá que “la historia nos pondrá en su sitio a cada cual. […] Sabemos que tenemos responsabilidades como estudiantes [...] pero no queremos anteponer el interés mezquino de llegar a ser médicos o abogados para enriquecernos con una profesión. Nuestra primera responsabilidad es saber ser mexicanos y cumplir con la obligación de luchar al lado del pueblo. Estamos dispuestos a volver a la normalidad, sí; pero no sin democracia y sin libertad.” De lo que la mujer expuso, los periódicos no dieron cuenta siquiera.
(Con información de Cronología del movimiento estudiantil mexicano de 1968, de Consuelo González e imágenes del Archivo Fotográfico y Centro de Documentación de El Universal).
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