27 agosto 2008

Lo que la consulta no preguntó.


La semana pasada, hablando de la última jornada de la consulta sobre reforma energética organizada por el FAP y la CND lopezobradoristas (además de no pocas organizaciones de la sociedad civil), nos preguntábamos qué seguiría. Pronto, como en otras ocasiones, algunos lectores nos acusaron de “traidores”, “vende patrias” y, lo peor, “panistas”.

Nos dijeron que el llamado Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo no es amorfo, como habíamos escrito; que las y los legisladores son nuestros representantes en el Congreso porque así lo marca la Constitución, querámoslo o no; que el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, no es neoliberal; que, como siempre, cometemos el error de igualar al “gobierno legítimo” de AMLO con el gobierno de facto de (sic) FJCH; que la consulta no nada más tuvo visos de democracia, sino que ha sido uno de los ejercicios más democráticos de nuestra historia reciente, y que, por lo tanto, sí fue progresista, aunque lo pongamos en duda. Por su parte, la única lectora que nos escribió pidió que fuéramos propositivos en lugar de estar nada más descalificando al lopezobradorismo, como dijera la señora Poniatowska, por envidia.

Como nobleza obliga, no podemos sino agradecer que nuestros improbables lectores, y lectora, nos hayan escrito; eso nos confirma que seguir colaborando en esta casa tiene sentido. Los puntos a debatir son muchos y daría para toneladas de artículos, así que sólo para ir adelantando: cuando un “movimiento” tiene por mito fundacional el nacionalismo y está dirigido por quienes desde el priismo encabezaron el más entreguista de los gobiernos capitalistas que nos han desgobernado desde el triunfo de la burguesía en la llamada Revolución Mexicana, es, por decir lo menos, amorfo.

Cuando un gobernante decide echar mano de políticas de seguridad pública, como la “cero tolerancia” giulianista; autoriza la destrucción de patrimonio cultural tangible, como las casas del Siglo XIX que se demolieron para “alojar” comerciantes ambulantes; reprime a luchadores sociales, como la APPO, y defensores activistas de derechos humanos, como Brigada Callejera; despoja a la gente pobre de sus viviendas para dejar los predios en manos del hombre más rico del mundo, como en Tepito, y continúa la dispensa de servicios públicos, como gas y agua potable, a empresas privadas extranjeras; es, a todas luces, neoliberal.

Cuando las señoras y señores que cuentan con curules en el Congreso fueron elegidos en su mayoría “representantes populares” como resultado de un proceso electoral harto cuestionado, cuando buena parte de ellos están allí en proporcionalidad a los votos que sus partidos supuestamente consiguieron en las urnas (no porque alguien haya sufragado por ellos) y, dado que por sus frutos los conoceréis, cuando se caracterizan por aprobar iniciativas de ley que nunca ponen a consideración de sus dizque representados y, a veces, hasta sin haberlas leído; no podemos decir que nos representen sin estar mintiendo.

Finalmente, cuando una consulta que pretende debatir sobre un asunto de vital importancia en materia económica se limita a interrogar al ciudadano si quiere que la industria petrolera (léase, los medios de producción del eslabón más fuerte de nuestras finanzas) quede en manos del Estado (constitucionalmente capitalista), como sugiere el lopezobradorismo, o en manos del capital privado y extranjero, como pretenden la derecha y el prianismo, pero evita preguntar si preferiría que quedara en manos de la clase trabajadora, del pueblo, sólo tiene visos democráticos; por lo tanto, amén de que el hecho de consultarnos es sin duda un gesto progresista, el modo se presenta más bien retrógrado cuando la cuestión parece ser, nada más, quien queremos que nos explote: el Estado protector de la propiedad privada o el capitalista, y no si queremos dejar de estar explotados. Dicho de otra manera, no se nos preguntó si queríamos o no ser violados, solamente si deseábamos que nuestros violadores se pusieran condón o no.

Haberlo preguntado hubiera abierto un debate mucho más profundo y ése sí radical sobre el futuro del país y el usufructo de nuestros recursos naturales; pero eso es algo que ni a los lopezobradoristas ni, mucho menos, al prianismo interesa. A quienes sí les interesa se les ve construyendo proyectos autonómicos en comunidades indígenas y resistiendo el embate de todos los partidos políticos que insisten (no somos nosotros quienes les pedimos que lo hagan) en parecerse más entre sí. A quienes sí les interesa se les condena a 112 años de prisión en cárceles de seguridad máxima o, si bien les va, a más de 30 en penales estatales. A quienes sí les interesa se les encuentra sumando dignidades en contra de las estupideces que dictan, ora la construcción de un relleno sanitario en Loma de Mejía, ora que las escuelas normales deben formar empleados del turismo; entre otras lindezas.

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