El próximo domingo, ése ente amorfo llamado Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo llevará al cabo su consulta ciudadana en materia de reforma energética cuando quince estados, entre ellos el de Chiapas, sirvan de escenario último para que sus habitantes opinen si quieren o no que la explotación, el transporte, la distribución, el almacenamiento y la refinación de los hidrocarburos sigan siendo actividades constitucionalmente exclusivas del gobierno, y si están de acuerdo o no con que las iniciativas que hoy por hoy se discuten en el Congreso sean aprobadas por quienes amparándose en
El ejercicio, sin duda con visos democráticos, ha merecido que un largo caudal de tinta corriera para secundar o en su caso descalificar una iniciativa que siendo impulsada por el neoliberal jefe de gobierno del Distrito Federal es considerada curiosamente como progresista; quizás porque, en claro oportunismo, la terminaron abrigando los tres partidos de la mal llamada izquierda institucional que integran el autonombrado frente cuyas siglas aluden al término liberal manoseado por tirios y troyanos. Sin embargo, a pesar de ello, y gracias a la participación de miles de personas que a título personal o través de sus colectivos y organizaciones también le han entrado a la talacha ciudadana, quienes creemos urgente detener el proyecto de país que la derecha y el capital trazan para reducir la nación a escombros no podemos sino saludarlo.
Pero no porque nuestra opinión vaya a ser tomada en cuenta, el aparato legaloide se ha encargado ya de que eso no suceda pues son la palabra y el pensamiento nuestros lo que los señores y una que otra señora del poder en verdad desdeñan; tampoco porque la consulta sea el mejor botón de muestra sobre lo que tendríamos que hacer como sociedad y como pueblos para defender el petróleo (mientras, dicho sea de paso, dejamos que servicios públicos como abastecer de gas y agua estén en manos de la iniciativa privada extranjera justo en la “izquierdístamente” gobernada capital del país del mismo modo que en las ciudades en manos de priístas y panistas); sino porque independientemente de que su organización esté regida entre otros por salinistas, hacendados y paramilitares, se trata de un instrumento cuya práctica nos acerca a la idea de democracia por la que muchas y muchos de nuestros compañeros y amigos han ofrendado sus vidas.
Pero no basta, en mitad del circo de la política que arriba se ejerce, el país (amén de la medalla de oro de Guillermo Pérez que salvó la testa de tanto corrupto de
Nada tienen que ver una y otra experiencias con dizques “gobiernos legítimos” elegidos a mano alzada y cuya pretendida “honestidad valiente” no alcanza para sacudirse de ladrones, asesinos y advenedizos; mucho menos con los desgobiernos que el priismo y el panismo han convertido en gerencias donde mandan el crímen, la represión, la burla, la corrupción, la mentira, la explotación y la ignorancia. Para uno, el primero, la respuesta a ambas preguntas debería ser un NO rotundo; porque mientras se golpea políticamente al adversario y se limita la participación de la iniciativa privada para cuando los zócalos repletos lo aprueben, se deja la industria petrolera en poder de un Estado que constitucionalmente busca regular la lucha de clases sin menoscabo del modelo de producción capitalista que protege. Para el otro, el segundo, la respuesta puede ser el no acudir para restarle números a las estadísticas participativas o bien un doble SÍ consecuente con el discurso y la práctica antiestatistas que dice sostener el neoliberalismo para abrir la puerta a la inversión privada extranjera y nacional.
¿Cuál sería la respuesta para la primera pregunta de quienes creemos que en México el Estado está conformado por un Ejecutivo plagado de narcotraficantes de distinta ralea, un Legislativo que coquetea con los sectores más estúpidos de
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