Un economista podría expresarse usando el tecnicismo económico y basándose en un conjunto de coeficientes estadísticos para explicar el aumento en los precios de los productos y servicios que día a día consume el ciudadano común, quien al final de cuentas es el doliente y gran perdedor del descontrol de esta variable económica que con tanto afán, pero con pocos resultados satisfactorios intentan los economistas estudiar, explicar y controlar.
La explicación sería algo similar a lo siguiente:
El Índice Nacional de Precios al consumidor evidenció en el mes de junio un aumento del 2,4%, lo que representa una desaceleración con respecto a la tasa registrada en el mes anterior. El comportamiento desacelerado del INPC obedece a menores tasas de crecimiento, tanto en los rubros controlados (de 3,5% a 2,2%) como en los no controlados (de 3,0% a 2,5%). La inflación acumulada en lo que va de año alcanza un 15,1%. (BCV)
Una posición un poco más crítica, pero igualmente tecnificada expresaría algo como lo siguiente:
La pérdida del poder adquisitivo de la moneda continúa su paso indetenible. Al mes de junio, el valor del Bolívar Fuerte representa solo un 86,88% de su valor inicial a enero de este año, debido a una inflación acumulada de 15.1% en lo que va de año, lo cual permite proyectar una inflación muy superior a la meta inflacionaria del 19%.
Técnicamente, ambas visiones de la misma noticia están en lo correcto, sin embargo, en la práctica, en la cotidianidad, todos estos valores son mera palabrería y están muy lejos de lo que cree, siente y vive el ciudadano de a pie, cuyo bolsillo siente con mayor fuerza cada jornada de compras y para quien el valor “desacelerado” de solo un 2,4% en el mes de junio representa un insulto a su inteligencia.
Es el ciudadano común quien sufre en carne propia los efectos de la inflación y se transforma en todo un economista de hogar, más aun cuando uno de los rubros más importantes para él, como lo es el de los alimentos, ha experimentado un mayor aumento.
Según las cifras aportadas por el BCV, en lo que va de año, los alimentos han experimentado un aumento del 19;5%, y un 49,6% en los últimos 12 meses, cifras van y cifras vienen, pero nosotros que ganamos un sueldo en Bolívares Fuertes no entendemos ni compartimos estas cifras, más cuando sufrimos las repentinas subidas de precios de hasta un 100% cada vez que un producto escasea, y ya estamos acostumbrados a pagar un sobreprecio por el pasaje del trasporte público cuando se oculta la luz del sol. Adicionalmente, los aumentos repentinos del tipo de cambio paralelo no lo pagan los empresarios ni comerciantes, estos trasladan el aumento en sus costos al consumidor quien, insito, gana un sueldo en bolívares fuerte pero paga los precios en dólares del mercado negro.
Sin embargo, este no es un problema solo del pueblo venezolano, el precio de los alimentos se ha convertido en una problemática mundial, y no puede atribuírsele a ningún gobierno ni a sus economistas, quienes tienen la mala fama de pasar los primeros años de un gobierno explicando un programa de medidas económicas a aplicar, mientras que los últimos años suelen tratar de explicar por qué no dio resultado dicho programa. En nuestro caso particular, los ministros chavistas han hecho honor a esta mala fama, pero con el agravante de que lo hacen cada año, mientras el pueblo sufre las consecuencias no solo de la inflación, sino también del desabastecimiento, la pérdida del poder adquisitivo de su sueldito en Bolívares y la lucha cotidiana que le hacen cada vez mejores economistas del hogar.
Lo certifico como economista, pero principalmente como ciudadano de a pie y consumidor, la inflación no es solo un asunto de economistas.
La explicación sería algo similar a lo siguiente:
El Índice Nacional de Precios al consumidor evidenció en el mes de junio un aumento del 2,4%, lo que representa una desaceleración con respecto a la tasa registrada en el mes anterior. El comportamiento desacelerado del INPC obedece a menores tasas de crecimiento, tanto en los rubros controlados (de 3,5% a 2,2%) como en los no controlados (de 3,0% a 2,5%). La inflación acumulada en lo que va de año alcanza un 15,1%. (BCV)
Una posición un poco más crítica, pero igualmente tecnificada expresaría algo como lo siguiente:
La pérdida del poder adquisitivo de la moneda continúa su paso indetenible. Al mes de junio, el valor del Bolívar Fuerte representa solo un 86,88% de su valor inicial a enero de este año, debido a una inflación acumulada de 15.1% en lo que va de año, lo cual permite proyectar una inflación muy superior a la meta inflacionaria del 19%.
Técnicamente, ambas visiones de la misma noticia están en lo correcto, sin embargo, en la práctica, en la cotidianidad, todos estos valores son mera palabrería y están muy lejos de lo que cree, siente y vive el ciudadano de a pie, cuyo bolsillo siente con mayor fuerza cada jornada de compras y para quien el valor “desacelerado” de solo un 2,4% en el mes de junio representa un insulto a su inteligencia.
Es el ciudadano común quien sufre en carne propia los efectos de la inflación y se transforma en todo un economista de hogar, más aun cuando uno de los rubros más importantes para él, como lo es el de los alimentos, ha experimentado un mayor aumento.
Según las cifras aportadas por el BCV, en lo que va de año, los alimentos han experimentado un aumento del 19;5%, y un 49,6% en los últimos 12 meses, cifras van y cifras vienen, pero nosotros que ganamos un sueldo en Bolívares Fuertes no entendemos ni compartimos estas cifras, más cuando sufrimos las repentinas subidas de precios de hasta un 100% cada vez que un producto escasea, y ya estamos acostumbrados a pagar un sobreprecio por el pasaje del trasporte público cuando se oculta la luz del sol. Adicionalmente, los aumentos repentinos del tipo de cambio paralelo no lo pagan los empresarios ni comerciantes, estos trasladan el aumento en sus costos al consumidor quien, insito, gana un sueldo en bolívares fuerte pero paga los precios en dólares del mercado negro.
Sin embargo, este no es un problema solo del pueblo venezolano, el precio de los alimentos se ha convertido en una problemática mundial, y no puede atribuírsele a ningún gobierno ni a sus economistas, quienes tienen la mala fama de pasar los primeros años de un gobierno explicando un programa de medidas económicas a aplicar, mientras que los últimos años suelen tratar de explicar por qué no dio resultado dicho programa. En nuestro caso particular, los ministros chavistas han hecho honor a esta mala fama, pero con el agravante de que lo hacen cada año, mientras el pueblo sufre las consecuencias no solo de la inflación, sino también del desabastecimiento, la pérdida del poder adquisitivo de su sueldito en Bolívares y la lucha cotidiana que le hacen cada vez mejores economistas del hogar.
Lo certifico como economista, pero principalmente como ciudadano de a pie y consumidor, la inflación no es solo un asunto de economistas.
Yo ando pelando....
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