10 junio 2008

Finísimas personas.

En México, dos hombres ocupan sendos puestos, curiosos ambos. El uno se hizo nombrar en noviembre de 2006 presidente legítimo y parece estar respaldado por unos 15 millones de hombres y mujeres que votaron a su favor en las pasadas elecciones federales; su nombre: Andrés Manuel López Obrador.

El otro, con el apoyo de los empresarios más encumbrados en el poder y la clase política que teme por la pérdida de sus privilegios, tenidos o por tener, se hizo colgar haiga sido como haigo sido la banda presidencial que debería ostentar quien fuera presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, emanado, claro, de un proceso electoral limpio; como éste no es el caso, el hombre apenas alcanza el cargo de presidente de facto y parece estar respaldado por otros 15 millones de personas que según los desaseados Instituto Federal Electoral (IFE) y Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sufragaron por él; su nombre: Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

Lo anterior quiere decir, entre muchas otras cosas, que en este país de por lo menos 110 millones de habitantes, 80 millones no votaron ni a favor de AMLO ni de FJCH. Sin embargo, padecen de la política de sus gobiernos, legítimo o de facto (también llamado espurio). Podemos decir, en consecuencia, que lo que sucede en México, amén de las corresponsabilidades que a todas y a todos nos toca, es en buena medida producto de la responsabilidad o irresponsabilidad de estos personajes.

¿Alguno de ellos tendrá algo qué decir, entonces, de la muerte de doña Susana Xocua Tezoco, encontrada semidesnuda y con rasgos de violencia sexual en la comunidad La Independencia, del municipio de Zongolica (sí, otra vez), Veracruz; o del enésimo asesinato por homofobia, esta vez ocasionando la muerte de Alejandro Contreras Rodríguez, apuñalado 48 veces en la capital del estado de Aguascalientes, o de la interminable lista de feminicidios que tiene en Consuelo Bahesa Rojas su víctima más reciente, quien a sus 32 años de edad vivía en Yautepec, Morelos, y ha dejado huérfana a su hija de escasos 5 años?

Quizás no; quizás sí. Quizás el uno, AMLO, guarde silencio como Atenco o Chiapas, al fin que nada tiene que ver todo aquesto con una pretendida defensa nacionalista del petróleo ni con el respeto a la voluntad popular que dice abanderar. Quizás el otro, FJCH, diga que estando en la misma situación él haría lo mismo que los criminales, se apuraría a diagnosticar una gastroenteritis, haría todo lo posible para que los periodistas que cubren tales notas pierdan sus empleos porque no son patrióticos y, ya entrados en gastos, hasta invitaría a una cena a los gobernadores de Veracruz, Aguascalientes y Morelos.

Lástima que no se enterara antes, de haber sido así quizás sería a ellos a quienes hubiera pedido que le acompañaran en su reciente visita a España; claro que no sería tan simbólico, pues para colgarse la medalla de la tolerancia y la pluralidad se ha hecho acompañar del gobernador panista de Baja California, el priista del Estado de México y el perredista de Chiapas. Lo que no se ha dado cuenta, el presidente espurio es que como AMLO, su reverso en la moneda, lo que se ha colgado es la medalla del acuerdo político bajo lo oscurito, del crimen y de la impunidad.

El panista José Guadalupe Osuna Millán fue señalado recientemente como protector de narcotraficantes por el mismo general al mando de la II Región Militar, el divisionario Sergio Aponte Polito; el conflicto entre ambos personajes, los dos estrechos aliados de FJCH, llegó al grado de pactar un acuerdo de cooperación del tipo que le gustan a Calderón Hinojosa y hoy, así como Josefina Vázquez Mota y Elba Esther Gordillo hacen como que se quieren, Aponte y Osuna se toman políticamente de la mano.

Enrique Peña Nieto es el flamante priista de cara bonita con quienes el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, y Calderón se toman la foto de la complicidad a falta de encontrar el espacio y los modos de tomársela entre ellos. En sus manos, el Estado de México se ha convertido en una de las entidades con más altos índices de feminicidios en el país, donde Chimalhuacán ya le disputa el nada honroso primer lugar a Ciudad Juárez. Pero lo que hizo más famoso al posible candidato del PRI (si Manlio no dispone de otra cosa) a la presidencia de la República en 2012, fue la salvaje represión que orquestó con apoyo del PRD y el PAN en contra del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), de San Salvador Atenco, cuyo resultado está, por decir lo menos, en las condenas de más de 67 años de prisión a tres dirigentes del FPDT, las violaciones a medio centenar de mujeres como método de tortura por parte de sus policías, la prisión política a centenares de adherentes de la Otra Campaña, la instauración del terror en Atenco y el asesinato de dos jóvenes.

Juan Sabines Guerrero es, por su parte, el priperredista que sintetiza la conjunción entre pragmatismo y congruencia. Hijo del ex gobernador Juan Sabines Gutiérrez, famoso entre otras cosas por ser hermano del poeta Jaime Sabines y por ordenar la masacre de Wololchan, encabezada por el entonces mando de la 31 Zona Militar, el ahora también ex goberladrón Absalón Castellanos Domínguez; Sabines Guerrero recibió la Navidad de 2006 un regalo singular: en medio del gigantesco campamento ciudadano que significó el plantón de Paseo de la Reforma, AMLO decidió darse un tiempecito para dejar allí a sus miles de seguidores e irse a cenar con Sabines, alzarle la mano y felicitarlo por su triunfo electoral. Sabines, quien llegó a la gubernatura chiapaneca luego de uno de esos fraudes internos que el PRD tanto gusta de copiar al PRI (quizás porque los otrora mapaches tricolores trabajan ahora dentro del partido del sol azteca), ha llamado a terratenientes, hacendados y priistas que apoyan a grupos paramilitares con más que declaraciones políticas a trabajar con él en su administración, y se ha convertido en el personaje más importante de ambos gobiernos: el legítimo y el espurio, para acotar y si se puede, exterminar, a la verdadera amenaza que pesa sobre los intereses que ambos desgobiernos tienen en común con la clase en el Poder: la dignidad y el ejemplo de las comunidades zapatistas.

Tal vez no sería tan mala recepción, por parte de quienes están por aquellas tierras, recordarles a éstas finísimas personas la clase de alimañas que son; así, además de sumarse a la justa indignación que asiste a Cristina Valls, quien ha demandado ante la Audiencia Nacional a autoridades mexicanas por las vejaciones recibidas en mayo de 2006 a raíz de los acontecimientos en Atenco y de exigirles que salgan las Fuerzas Armadas de Chiapas, quizás se puedan librar de próximas comitivas igualmente aberrantes: ya están en la lista, para conservar el toque pluripartidista, los gobernadores precioso de Puebla, piadoso de Jalisco y mafioso de Guerrero.

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