En México, dos hombres ocupan sendos puestos, curiosos ambos. El uno se hizo nombrar en noviembre de 2006 presidente legítimo y parece estar respaldado por unos 15 millones de hombres y mujeres que votaron a su favor en las pasadas elecciones federales; su nombre: Andrés Manuel López Obrador.
El otro, con el apoyo de los empresarios más encumbrados en el poder y la clase política que teme por la pérdida de sus privilegios, tenidos o por tener, se hizo colgar haiga sido como haigo sido la banda presidencial que debería ostentar quien fuera presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, emanado, claro, de un proceso electoral limpio; como éste no es el caso, el hombre apenas alcanza el cargo de presidente de facto y parece estar respaldado por otros 15 millones de personas que según los desaseados Instituto Federal Electoral (IFE) y Tribunal Electoral del Poder Judicial de
Lo anterior quiere decir, entre muchas otras cosas, que en este país de por lo menos 110 millones de habitantes, 80 millones no votaron ni a favor de AMLO ni de FJCH. Sin embargo, padecen de la política de sus gobiernos, legítimo o de facto (también llamado espurio). Podemos decir, en consecuencia, que lo que sucede en México, amén de las corresponsabilidades que a todas y a todos nos toca, es en buena medida producto de la responsabilidad o irresponsabilidad de estos personajes.
¿Alguno de ellos tendrá algo qué decir, entonces, de la muerte de doña Susana Xocua Tezoco, encontrada semidesnuda y con rasgos de violencia sexual en la comunidad
Quizás no; quizás sí. Quizás el uno, AMLO, guarde silencio como Atenco o Chiapas, al fin que nada tiene que ver todo aquesto con una pretendida defensa nacionalista del petróleo ni con el respeto a la voluntad popular que dice abanderar. Quizás el otro, FJCH, diga que estando en la misma situación él haría lo mismo que los criminales, se apuraría a diagnosticar una gastroenteritis, haría todo lo posible para que los periodistas que cubren tales notas pierdan sus empleos porque no son patrióticos y, ya entrados en gastos, hasta invitaría a una cena a los gobernadores de Veracruz, Aguascalientes y Morelos.
Lástima que no se enterara antes, de haber sido así quizás sería a ellos a quienes hubiera pedido que le acompañaran en su reciente visita a España; claro que no sería tan simbólico, pues para colgarse la medalla de la tolerancia y la pluralidad se ha hecho acompañar del gobernador panista de Baja California, el priista del Estado de México y el perredista de Chiapas. Lo que no se ha dado cuenta, el presidente espurio es que como AMLO, su reverso en la moneda, lo que se ha colgado es la medalla del acuerdo político bajo lo oscurito, del crimen y de la impunidad.
El panista José Guadalupe Osuna Millán fue señalado recientemente como protector de narcotraficantes por el mismo general al mando de
Enrique Peña Nieto es el flamante priista de cara bonita con quienes el jefe de Gobierno de
Juan Sabines Guerrero es, por su parte, el priperredista que sintetiza la conjunción entre pragmatismo y congruencia. Hijo del ex gobernador Juan Sabines Gutiérrez, famoso entre otras cosas por ser hermano del poeta Jaime Sabines y por ordenar la masacre de Wololchan, encabezada por el entonces mando de la 31 Zona Militar, el ahora también ex goberladrón Absalón Castellanos Domínguez; Sabines Guerrero recibió
Tal vez no sería tan mala recepción, por parte de quienes están por aquellas tierras, recordarles a éstas finísimas personas la clase de alimañas que son; así, además de sumarse a la justa indignación que asiste a Cristina Valls, quien ha demandado ante
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