04 octubre 2008

MÉXICO 1968-2008 :: Masacre en Tlatelolco.



• Provocación orquestada por el Estado Mayor Presidencial desata disparos sobre la población.
• Una bengala sirvió de señal para que comenzara el ataque.
• 44 muertos, dice la Sedena; entre 150 y 200: NSA.
• “El culpable soy yo”: GDO; “No pido perdón ni me lo doy”: LEA.
• El “presidente” de facto despide con mariachi al heredero de la corona española.
• Luto entre presos políticos en Molino de las Flores y el Penal del Altiplano.
• Castigo a los responsables, exigen miles de personas en todo el país.

La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba el arma,
sino sólo su efecto de relámpago.


La tarde de ayer, mientras se llevaba al cabo el mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga en la Plaza de las Tres Culturas, al que acudieron entre 5 mil y 6 mil personas, a decir de las estimaciones más conservadoras, y, según otras fuentes, alrededor de 15 mil (número similar al de los manifestantes en la marcha también de ayer en Cuernavaca, Morelos, en contra de la Alianza por la Calidad Educativa), soldados que desde un inicio habían estado apostándose en las inmediaciones de la plaza avanzaron sobre la población civil allí reunida y terminaron disparando en su contra.

Gracias a testimonios de quienes sobrevivieron y pudieron escapar a lo que a todas luces figura como una masacre, a eso de las 6:10 de la tarde, cuando el mitin estaba por concluir, pues se temía justamente que se acometiera un acto represivo propio de la escalada que habían emprendido las Fuerzas Armadas en Ciudad Universitaria, Zacatenco y el Casco de Santo Tomás en fechas recientes, un helicóptero de esos de burbuja sobrevolaba la plaza mientras del edificio de Relaciones Exteriores (hoy, sede del Centro Cultural Universitario Tlatelolco) fue lanzada una luz de bengala que cayó a un costado de la torre de la iglesia de Santiago Tlatelolco. Los soldados, que habían estado llegando desde antes que el mitin iniciara a las 17:30 horas, avanzaron sobre la plaza de un modo parecido a como habían hecho la madrugada del 28 de agosto en el zócalo capitalino; pero esta vez sin aviso previo de disolución.

Dos nuevas bengalas, lanzadas al parecer de un segundo helicóptero que igual sobrevolaba la plaza, sirvieron de señal para que decenas de carros militares se estacionaran entorno a la misma y una cantidad indescifrable de soldados (hay versiones que hablan de 5 mil efectivos militares, mientras otras de hasta 10 mil) saltaran de ellos con ametralladoras y fusiles con bayoneta calada. De uno de los departamentos del edificio Chihuahua, aledaño a la improvisada tribuna desde la cual los oradores (casi todos ellos representantes de sus escuelas en el CNH) habían comenzado a indicar el retiro de la plaza para no caer en provocaciones, así como la suspensión de la manifestación al Casco de Santo Tomás; de uno de esos departamentos, decíamos, alguien comenzó a disparar sobre la multitud apuntando indiscriminadamente en contra de civiles y de militares. Estos últimos respondieron al ataque, que pronto se generalizó desde otros departamentos, azoteas de edificios aledaños y el mismo techo de la iglesia, por francotiradores vestidos de civil.

Mientras todo esto ocurría en el sitio que fuera el último punto de resistencia mexica contra los invasores españoles en 1521, en el Lienzo Charro de Constituyentes los príncipes de España, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz eran agazajados por el cuerpo diplomático mexicano en medio de una fiesta charra a la que acudieron la esposa del presidente de facto, Margarita Zavala, y funcionarios como la titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, y el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna; entre otros. Signo de los tiempos que vivimos.

¿Y a esa luz, breve y lívida, quien?
¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos? ¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie.

Oriana Fallaci, la ex partisana italiana que como corresponsal de guerra cubriera buena parte de los conflictos de la segunda mitad del siglo pasado, destacándose por sus entrevistas a personajes como Kissinger, Gaddafi, Fellini, Arafat, Indira Gandhi, Golda Meir, Mao Tse Tung o los Kennedy, y que unos años antes de morir de cáncer de mama se granjeara acusaciones y denostaciones de todo tipo por sus ataques al Islam con motivo del 11-S en Nueva York, escribió que había llegado a la plaza 15 minutos antes de las 5 de la tarde, subió a la terraza del tercer piso del edificio Chihuahua donde se sorprendió, dijo, de encontrar sólo a unos cuantos de los líderes del CNH: “Uno de ellos, que se notaba muy nervioso, dijo que se había demorado porque carros blindados y camiones llenos de soldados estaban desalojando a la gente de la plaza”.

En un inicio, la Procuraduría General de la República ha señalado a los mismo estudiantes como autores de los disparos; había, según el libro blanco del 68, “grupos juveniles armados y francotiradores, casi todos estudiantes”. Sin embargo, éstas acusaciones no han podido ser sustentadas en prueba alguna; no pasa así con la afirmación por parte de activistas, luchadores sociales y personas que sobrevivieron, acerca de que tanto los francotiradores como quienes portaban metralletas y pistolas automáticas eran agentes del gobierno.

El mismo secretario de la Defensa Nacional, el general Marcelino García Barragán, luego de su conferencia de prensa de hoy, en la que aseguró que: “Se ordenó un dispositivo para evitar que los estudiantes fueran del mitin de Tlatelolco al Casco de Santo Tomás”, que “el Ejército intervino en Tlatelolco a petición de la policía y para sofocar un tiroteo entre dos grupos de estudiantes”, que el comandante responsable era él y que no se decretaría estado de sitio porque “México es un país donde la libertad impera y seguirá imperando”, y de amenazar que se actuaría igual si “aparecen más brotes de agitación”, declaró que ayer por la mañana, unas horas antes de que una comisión de estudiantes formada por Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla y Anselmo Muñoz se entrevistara con los representantes del presidente de la República, Andrés Caso Lombardo y Jorge de la Vega Domínguez, estaba en su despacho “planeando la forma de terminar con el movimiento” cuando llegó Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la Dirección Federal de Seguridad, al que le preguntó si se podrían encontrar departamentos vacíos en el edificio Chihuahua para meter una compañía. “En media hora –dijo García Barragán– tenía conseguidos tres departamentos vacíos a mi disposición, uno en el tercer piso y dos en el cuarto piso; serían las 11:00 […] Mi plan consistía –continúa García Barragán– en aprehender a los cabecillas del movimiento, sin muertos ni heridos; estos tenían cita a las 4 de la tarde en el tercer piso del edificio Chihuahua […] Terminamos el plan a las 2 de la tarde y lo traducimos en órdenes que se cumplieron a las 15:30 […] El capitán Careaga, faltando 20 minutos, estaba acantonado en los departamentos […] el coronel Gómez Tagle a las 15:40 estaba con su Batallón Olimpia, con su dispositivo para tapar todas las salidas del edificio […] a las 4 de la tarde ya estaban todos en los balcones del tercer piso”.

Según también el general García Barragán, el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial “mandó apostar en los diferentes edificios que daban a la plaza diez oficiales armados con metralletas, con órdenes de disparar sobre la multitud allí reunida”; esos fueron los autores de “algunas bajas entre gente del pueblo y soldados del ejército”, dijo. Desde la terraza del tercer piso, Félix Fuentes, reportero del diario La Prensa, señala: “abrieron fuego agentes de la Dirección Federal de Seguridad y de la Policía Judicial del Distrito […] esperaban la llegada del ejército para emprenderla contra los líderes estudiantiles”. Fallaci, secundó: “Se escuchó un fuerte ruido en las escaleras. Estaban disparando y fuimos rodeados por policías vestidos de civil. Cada uno de ellos tenía un guante o pañuelo blanco en su mano izquierda, para que pudieran reconocerse. Saltaron sobre los dirigentes estudiantiles y sobre mí. Luego, la policía nos ordenó que permaneciéramos tendidos sobre nuestro estómago. La única manera que uno podía protegerse de las balas que provenían de arriba era cubriéndose detrás de la pared frontal de la terraza. De ese modo, la policía usó esta barrera de seguridad, nos colocó a los arrestados, a lo largo de la pared opuesta, donde nos encontramos expuestos a las balas. Estuvimos tendidos ahí cerca de una hora. Cada vez que hacíamos un movimiento, disparaban sus armas contra nosotros.”

Al día siguiente, nadie. La plaza amaneció barrida;
los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo.
Y en la televisión, en el radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete.
Pues prosiguió el banquete.

García Barragán, aceptará que “a los primeros disparos el Batallón Olimpia se replegó en las entradas del edificio Chihuahua y aprehendió como a 400 individuos, entre los que se encontraron todos los cabecillas del movimiento, descabezándolo con este hecho, que fue el éxito completo de mi plan”. Y agregará que “como a las 7:30 de la noche me habló el general Mazón, para pedir permiso para registrar los edificios donde había francotiradores, lo autoricé y como a los 15 minutos me habló el general Oropeza [para decirme]: ‘Mi general, tengo varios oficiales del Estado Mayor Presidencial apostados en algunos departamentos, armados con metralletas para ayudar al ejército con órdenes de disparar a los estudiantes armados, ya todos abandonaron los edificios, sólo me quedan dos que no alcanzaron a salir y la tropa ya va subiendo y como van registrando los cuartos temo que los vayan a matar, ¿quiere usted ordenar al general Mazón que los respeten?”. García Barragán transmitió la peticion y Mazón confirmó haber encontrado a los dos hombres armados con metralletas.

En la plaza, mujeres, niños, jóvenes y adultos corrían despavoridos en medio de las balas; algunos se tiraron al suelo, otros buscaron protección en las escalinatas o entre los vestigios prehispánicos; otros más se escondieron debajo y detrás de los automóviles estacionados o intentaron refugiarse en los departamentos dentro de los edificios. Mucha gente, como el joven actor Eduardo López Martínez, también conocido como Lalo “El Guajolote”, logró huir por el costado oriente de la plaza; otras personas se toparon con columnas de soldados que empuñaban sus armas a bayoneta calada y disparaban a todas direcciones. Las menos afortunadas quedaron tendidas en el suelo, muertas o heridas; entre ellas estaba el historiador Humberto Musacchio.

El fuego intenso duró aproximadamente 30 minutos. Luego los disparos disminuyeron pero se mantuvo el tiroteo hasta las 20:30 horas. En ese lapso se evitó que las ambulancias de la Cruz Roja y la Cruz Verde llegaran a la Plaza de las Tres Culturas. A las 21:00 horas, varios edificios habían sido ocupados por la tropa y algunos otros estaban siendo cateados. Los elementos del Batallón Olimpia, vestidos de civil y con su pañuelo o guante blanco como distintivo, no dejaban de gritar: “¡Batallón Olimpia, no disparen!” Cientos de personas con las manos en alto fueron conducidas por los soldados hasta el muro sur de la iglesia de Santiago Tlatelolco. Todas, salvo los fotógrafos y periodistas que pudieron identificarse, estaban detenidas. Unos 300 tanques, unidades de asalto, jeeps y transportes militares, tuvieron rodeada la zona, de Insurgentes a Reforma, entre Nonoalco y Manuel González.

En las instrucciones de la Secretaría de la Defensa Nacional se indica que el dispositivo del que habla el general García Barragán se denominó Operación Galeana (nombre con el que se conocía a la casa del mismo secretario de Defensa), que estuvo al mando del general Crisóforo Mazón Pineda y que la conformaron tres agrupamientos, además del Batallón Olimpia (el cual estuvo al mando del coronel de infantería Ernesto Gutiérrez Gómez Tagle). El general Mazón emitió un reporte del personal militar muerto y herido en esta operación: un muerto y 16 heridos, entre los heridos mencionó al general José Hernández Toledo, comandante del Primer Batallón de Fusileros Paracaidistas y posterior comandante de la llamada Operación Cóndor (cuyas similitudes con el Plan Cóndor que orquestarían las dictaduras militares del Cono Sur no son sólo de nombre y que estuvieran comandadas por militares destacados por sus labores represivas, como el divisionario Roberto Heine Rangel, persecutor de la guerrilla en Guerrero, y el general Manuel Díaz Escobar, futuro creador de “Los Halcones”; sino que su motivación inicial fue “combatir al narcotráfico”, justificar la violación de derechos humanos en nombre de la seguridad nacional y terminar implementando sus métodos criminales en contra de las y los luchadores sociales que con anterioridad habían sido convenientemente criminalizados).

No busques lo que no hay: huellas, cadáveres...
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad...
Recuerdo, recordamos.

Los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga, capturados en la terraza del edificio Chihuahua o en departamentos desocupados violentamente por unidades del ejército, del Batallón Olimpia y de la Federal de Seguridad, serían reunidos en grupos en la planta baja de cada edificio y posteriormente trasladados al Campo Militar No. 1. Por órdenes del general Raúl Mendiolea Cerecero, subjefe de la policía capitalina, los hospitales de la Cruz Roja y de la Cruz Verde, así como la información sobre heridos y muertos, quedaron bajo estricto control policiaco. Luego, conforme otros hospitales se fueron llenando de heridos y muertos, la vigilancia se extendió también a estos.

Oficialmente, se contabilizaron 39 muertos civiles; después se hablaría de un total de 44 personas que habían perdido la vida; sin embargo, el general Alberto Quintanar reveló que “entre ocho y nueve camiones de redilas, sin logotipos, se utilizaron para sacar de Tlatelolco los cuerpos de quienes murieron”; los transportes eran similares a los que utiliza el servicio de limpia del DDF, la oficina que dirige el general Manuel Escobar Díaz. Así, las cifras de las personas asesinadas y heridas comenzarían entonces una danza que a la fecha no termina. Por ejemplo, John Rodda, periodista de deportes del diario británico The Guardian que vino a México para cubrir las Olimpiadas, reportó con base en lo que presenció y en entrevistas que realizó un total de 325 personas muertas; Fernando M. Garza, a la media noche por insistencia de periodistas extranjeros, en su calidad de director de prensa y relaciones públicas de la Presidencia, dijo que la intervención militar en la Plaza de las Tres Culturas “acabó con el foco de agitación que ha provocado el problema”, y habló primero de siete muertos y luego de 20. El Día contó 30 cuerpos. Siempre! Contó 40. El Consejo Nacional de Huelga, dijo que 150 civiles y 40 soldados habían resultado muertos. “Ninguno”, dijo el general José Hernández Toledo. Por su parte, Archivos de Seguridad Nacional, algunos de cuyos documentos (generados por el FBI y la CIA, entre otras agencias de inteligencia estadounidenses) han sido desclasificados por Washington, reporta que la embajada de Estado Unidos en México cifró entre 150 y 200 las personas que perecieron en la Plaza de las Tres Culturas, comparando el acto con la masacre de Tiananmen, en Pekín.

Gustavo Díaz Ordaz, en la misma tónica de la PGR y de su vocero (obvio), responsabilizó de los hechos a grupos de una “conjura comunista”; discurso muy ad hoc con los dictados de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, cuyo director, Winston Scott, es tan anticomunista como el presidente Calderón… Díaz… perdón: Calderón también es anticomunista, pero no es presidente. No sería extraño que Díaz Ordaz pensara así. Junto con Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación; el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial; Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la Dirección Federal de Seguridad; Antonio Carrillo Flores, secretario de Relaciones Exteriores; Joaquín Cisneros, secretario particular de Díaz Ordaz; Emilio Bolaños, sobrino del presidente; Humberto Carrillo Colón, agregado de prensa de la embajada de México en Cuba, y Miguel Nazar Haro, el agente de la Federal de Seguridad encargado de vigilar a los diplomáticos cubanos y soviéticos en México, y fundador de la Brigada Blanca; junto con ellos, decíamos, GDO está al servicio de la CIA como parte de la Operación Litempo.

Dicha operación, según informes desclasificados del Departamento de Estado de Estados Unidos, el libro Our Man in México, de Jefferson Morley, y el documental La conexión americana, producido por Carlos Mendoza, director de Canalseisdejulio, existe desde por lo menos la presidencia de Adolfo López Mateos, quien recibía 400 dólares mensuales como agente de la CIA bajo las claves Lisensor o Litensor; mientras los demás funcionarios “trabajan” con la clave Litempo. Díaz Ordaz, por ejemplo, es Litempo 2, en tanto su secretario de Gobernación, Luis Echeverría, cobra como Litempo 8. Sin embargo, el gobierno no ha podido demostrar sus aseveraciones respecto a “la conjura comunista” que pretendía “boicotear los Juegos Olímpicos”; más bien al contrario: lo único que ha quedado de manifiesto es su paranoia.


Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.

Según el informe de la PGR conocido como Libro Azul, escrito por el procurador Julio Sánchez Vargas, a eso de las 23:00 horas “se volvió a sentir, una vez más, un nutrido tiroteo proveniente de diferentes edificios; principalmente: Aguascalientes, Revolución 1910, Molino del Rey, 20 de Noviembre, 5 de Febrero ISSSTE, Chamizal y Atizapán.” Todos estos edificios, más el Guelatao y Churubusco, fueron cateados “como consecuencia de la información que se recibió, en el sentido de que algunos departamentos que permanecían cerrados en los edificios de nuestra zona de responsabilidad, se notaban movimientos sospechosos.” Después de esto, se concluyó el desalojo de heridos y muertos; así como el rastreo de más personas escondidas que terminaron siendo arrestadas.

Será el general Javier Vázquez Félix quien estará a cargo de las “acciones de limpieza”, como parte final de la Operación Galeana: recoger cadáveres (justamente éste personaje es quien maneja cifras de entre 44 y 46 personas muertas), retirar evidencias de la masacre y coordinar las tareas con el departamento de limpia del DDF. Las cifras de detenidos, como las de muertos y heridos, son otro danzar en medio de la incertidumbre, la falta de transparencia y el cubrirse las espaldas unos a otros por parte de los militares y funcionarios del gobierno federal. Fernando Gutiérrez Barrios reporta 1, 043 personas detenidas, de las cuales 363 fueron a parar al Campo Militar No. 1; 83, a la Jefatura de Policía, y 597 entre la Cárcel Preventiva y la Penitenciaría. El general Crisóforo Mazón, habla de 2, 360. Las procuradurías General de la República y del D.F. registran 1, 650. Y diversas listas encontradas en el Archivo General de la Nación dan cuenta de sólo 977.

¿Es éste un crimen de Estado? Todo indica que sí. Tras la masacre, el Senado se apuró a “justificar plenamente” la Operación Galeana y durante el quinto informe de gobierno presidencial la mayoría priista se levantó y durante 128 segundos aplaudió de pie a Gustavo Díaz Ordaz. José Gil Olmos nos cuenta que los pocos legisladores del PAN y del PPS que ya entonces ocupaban una curul secundaron los aplausos de los priistas. Fue en medio de ese contexo que lanzó su mea culpa (supongo que es algo así como orinarse encima de la historia): “Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política, histórica, por las decisiones del gobierno” en relación con los sucesos del pasado 2 de octubre. Al contestar el informe presidencial, el diputado priista Luis M. Farías no se quedó con las ganas y dijo: “Cuando usted ha considerado necesario limpiar la casa, lo ha hecho sin temor a la crítica y la incomprensión […] De la misma manera en que ha resistido los embates del insulto y de la insidia, sin que el odio anidase en su pecho, así también ha sabido resistir el halago, la adulación y la lisonja, sin que la vanidad ocupe lugar alguno en su espíritu. Ese espíritu que ha revitalizado su fuerza moral y física”. Sí, como afirma Gil Olmos, el Poder Legislativo mexicano exoneró de la matanza a Díaz Ordaz, a Luis Echerverría Ávarez y a los mandos del Ejército.

No sería el único.

La burla la completó el Poder Judicial con procesos que derivan en condenas de tres a 17 años de prisión, donde la mitad de los detenidos fueron sentenciados a penas mínimas de 10 años; por delitos como incitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, daño en propiedad ajena, ataque a las vías de comunicación, robo, despojo, acopio de armas, homicidio y lesiones. La consigna, registra Jorge Carrasco Araizaga, era clara: a quienes no fueran miembros del CNH o de la Coalición de Maestros o del PCM, se los ponía en libertad; los otros fueron consignados de inmediato. Eso ocasionó que muchas personas fueran detenidas sin que mediara orden de autoridad competente y que terminaran siendo remitidas a la PGR por la Dirección Federal de Seguridad o, como en el caso de Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, sacados de la Penitenciaría, entregados a elementos militares, ingresados al Campo Militar No. 1 y ser sujetos a tormentos, sin que nadie hiciera caso de sus denuncias.

El rompecabezas de la impunidad lo completarían los poderes fácticos de la Iglesia católica, a través del Opus Dei y el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, el MURO (organización de fachada de la ultraderechista El Yunque y de la cual saldrían quienes fundaron el Comité Nacional Provida y Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana, DHIAC, así como la Unión Nacional de Padres de Familia), y la mayoría de los medios de comunicación impresos y electrónicos, cuyos dueños decidieron defender el bazucazo en la Preparatoria 1, la escalada represiva que hizo acto de presencia los días 27 y 28 de agosto en el zócalo y las ocupaciones militares de Ciudad Universitaria, Zacatenco y el Casco de Santo Tomás, y aplaudir la masacre de ayer. Como dijera Rosario Castellano en los retazos del poema suyo que ha acompañado esta bisoña crónica: “los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. / Y en la televisión, en el radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa, / ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete. / Pues prosiguió el banquete.

Colofón.

De todos modos aquí seguimos,
en la espera del sol,
sabemos que pronto llegará,
somos pacientes, no corremos
porque el premio vendrá al amanecer.
No nos haremos viejos y no moriremos.
Y si el cuerpo envejece,
nosotros sabemos ver el alma joven.
Y si morimos,
moriremos con la frente en alto,
Orgullosos de saber que los que vienen
sabrán compartir lo logrado
y comprender nuestra larga lucha
y la espera del amanecer.

Fátima Álvarez.

Tenemos, a pesar de todo, confianza de que dentro de 10, 20, 30 ó 40 años la pesadilla acabe. Hoy, octubre de 1968, padecemos un gobierno de asesinos que se cubren las espaldas unos a otros. No hace sino apenas un año que Ernesto “Che” Guevara fue asesinado en Bolivia. En enero, Checoslovaquia y Argentina iniciaron procesos harto interesantes de liberación con la Primavera de Praga y la fundación del Partido Comunista Revolucionario y recién en febrero se ha autorizado la enseñanza del euskera en San Sebastián. Vietnam resiste heróicamente la invasión de Estados Unidos y Cuba construye un ejemplo de dignidad para todos los pueblos de Latinoamerica y el mundo en medio de un bloqueo económico criminal. En París y Tokio la rebeldía se ha echado a andar y será muy difícil que se la detenga. Y, aunque el papa Pablo VI prohiba el uso del condón ya se comienzan a expresar otras voces dentro del catolicismo, como la de don Sergio Méndez Arceo, hacia la construcción de un mundo nuevo y mejor.

Estamos convencidas, convencidos, que dentro de tres o cuatro décadas el sistema de partido de Estado no existirá más en México; ni eso, ni una simulación que se esconda tras lo que alguno pueda llamar “alternancia en el poder”. En los albores… uff, como dijera Ricardo Rocha: mejor, en lugar de “albores”, digamos en los comienzos, no vaya a ser que nos caiga la sal… en los comienzos, decíamos, del Siglo 21, México no tendrá un presidente (mucho menos dos y que de los dos no se haga ninguno) que en el improbable caso de que algún joven inteligente le grite “espurio” autorice que agentes de la policía o el Estado Mayor Presidencial lo detengan y lo remitan sin orden de arresto ni cargos de por medio a agencia alguna del Ministerio Público; no habrá jefes de gobiernos que se digan de izquierdas y que ordenen a sus policías vestirse de civiles y que sin identificarse infiltren manifestaciones de jóvenes y “detengan”, más bien: secuestren, a dos que tres muchachos, les den una considerable dotación de golpes y luego los tilden de “provocadores”; y, ni uno ni otro, ni el presidente ni el jefe de gobierno, harán lo uno y lo otro en medio de conmemoraciones y discursos de ésta y otras masacres desplegadas en contra de movimientos que se levanten por libertades democráticas.

Dentro de tres o cuatro décadas, cuando el calendario rebase la cuenta del segundo milenio, México no tendrá, como ahora, 1968, medios de comunicación rastreros ni lambiscones del poder, sino cuidadosos de sus noticias y de su programación porque entenderán que son copartícipes de la grandeza o estupidez que impere en este país; no tendrá, ni mucho menos, un rector universitario que luego de encabezar el encarcelamiento y la expulsión de cientos de estudiantes progresistas se haga el amnésico y honre la memoria del ingeniero Barros Sierra; no habrá gobernadores autoritarios que se sientan orgullosos de contar con policías asesinos y violadores de luchadores y luchadoras sociales y tengan el descaro de tomarse la foto del recuerdo para decir: “Nunca más una masacre como la de 1968”; no habrá presas políticas ni presos políticos en las cárceles que, además hayan sido enviados a prisiones de alta seguridad y purguen condenas que ni siquiera hayan recibido los criminales más desalmados.

Dentro de 30 ó 40 años, la humanidad no tendrá la desvergüenza de organizar unos Juegos Olímpicos en medio de la miseria, la explotación y la represión, como ahora, en 1968; el ejemplo del “Che” habrá cundido en todo el continente americano y si llegara a gobernar en la Bolivia que lo viera morir un indígena, nadie echaría mano de argumentos racistas para denostarlo, ni impediría su política agraria y de nacionalización de recursos naturales, porque entendería que cuando está bien todo mundo y no sólo unos cuantos, están bien hasta los que son unos cuantos; los procesos revolucionarios en Europa del Este y Sudamérica se volverán moneda corriente y seremos testigos de gobiernos encabezados por gente honesta y no por especuladores del deporte o familiares de algún personaje asesinado por militares que luego se asocie con esos mismos militares para reprimir a sus pueblos originarios; la construcción de autonomía e independencia de los pueblos hará posible no sólo que se autorice la enseñanza en palabra digna y verdadera, sino que su lucha sea apoyada por jueces y magistrados que no podrán ser tan caraduras como para juzgar dictadores y ordenar el cierre de periódicos que se editen en una lengua que no sea la suya; Estados Unidos no habrá repetido la canallada de invadir otra nación, por pequeña que sea, y levantará el infame bloqueo que hoy, 1968, mantiene contra nuestras hermanas y hermanos del pueblo de Cuba; Europa y Asia serán tan dignas y gigantas que abrirán sus puertas a todo el mundo, porque entenderán que las fronteras no se hicieron para las personas, y la Iglesia católica será finalmente fiel a la palabra y al ejemplo de Jesucristo, mirará por quienes menos tienen, luchará a brazo partido por su libertad y levantará en alto las banderas del amor al prójimo sin cortapisas ni hipocresía.

Estamos convencidas, convencidos, por último, que quienes ahora, en 1968, han padecido la persecución, la represión, la tortura, la desgracia de ver caer muertos a sus amigos y familiares, no se traicionarán codeándose con los asesinos de ahora; no contratarán a Nazar Haro como asesor, o harán coordinador de algún frente político de izquierdas al demagogo de Porfirio Muñoz Ledo; no formarán partidos políticos que miren con buenos ojos tejer alianzas con los criminales del PRI o los saqueadores del PAN. Pero, sobre todo, no evitarán mirar ante crímenes como éste, ni se quedarán calladas o callados si esta historia llegara a repetirse en una plaza, un pueblo.

Estamos convencidas y convencidos de ello, porque de otra manera sabrán que sobre sus hombros caerá todo el peso de la vergüenza, de la deshonra, pues no serán sino traidores, sátrapas que no merecerán ser llamados herederas ni herederos de este sueño que hoy el Poder pretende convertir en pesadilla, y que tarde o temprano, cuando cobremos la afrenta de hoy, ustedes también tendrán que pagar su cuenta pendiente con la historia.



(Con información de Cronología del movimiento estudiantil mexicano de 1968, de Consuelo González; los blogs Registro de los muertos de Tlatelolco y Mujeres Sin Miedo: Todas somos Atenco; el suplemento especial de La Jornada 2 de Octubre 1968-2008; el libro 1968. Los archivos de la violencia, de Sergio Aguayo Quezada; los documentos desclasificados de The National Security Archive sobre México; Tlatelolco 68. La Impunidad, Edición especial 23 de Proceso, y la revista Generación Z No. 1; e imágenes de La gráfica del 68. Homenaje al Movimiento Estudiantil, editado por el Grupo MIRA, y el sitio web Las fotos de la matanza del 68).

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